No hace mucho tiempo, estaba en una sala de espera y vi una escena que me impactó, aún sabiendo que se repite cientos de veces al día con los niños del “mundo civilizado” y esto lo pongo entre comillas.
Pasó lo siguiente: una mujer joven estaba con dos niños, uno tendría 6 años y otro 3, para que no incordiasen, les dio, al mayor un móvil y al pequeño una tablet (este tema ya lo tocaré en otro post) y para merendar, les saco un zumo envasado y un paquete de donuts y los niños sin levantar la cabeza de los dispositivos. Empezaron a comer sin mucho interés, pero esto no fue lo peor, lo fue la frase de la madre que decía: «si os acabáis la merienda os daré las chuches».
¡Esto no es una excepción, para nada! En mis años de enfermera en pediatría ya veíamos está nueva adicción al azúcar, pero debo confesar que no como ahora.
Como he dicho antes, esto ocurre cada día cuando los peques salen del cole, en los desayunos, las meriendas y muchas de las comidas de cada día.
Los cereales en el desayuno, las galletas en la merienda, los petit-suisse, los batidos chocolateados, las natillas, los yogures de colores, los refrescos… la lista es larga.
El biólogo Juan Revenga de la fundación española de dietistas- nutricionistas (FEDN) acusa directamente a la industria alimentaria y a las instituciones de no hacer nada al respeto, más bien dice que les interesa dar al consumidor lo que piden, para no perder dinero. Esto se resume, en menos azúcar, menos ganancia, porque al azúcar se le ha comparado con una droga.
Un estudio publicado en la revista PLOSONE realizado en la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia) sostiene que el azúcar afecta al cerebro de una manera similar a como lo hace la cocaína.
La neurocientífica Selena Bartlett, dice que el azúcar al igual que el tabaco, alcohol, la cocina y la morfina elevan los niveles de la dopamina en el cerebro que controla los centros de recompensa. De este modo cada vez que se toma azúcar se siente un subidón, sin embargo, esto es un engaño porque no se sostiene en el tiempo, ya que se produce una inestabilidad en la glucemia del organismo.
Cómo puede ser que no se tomen cartas en el asunto, cómo pude ser que muchos padres no tomen conciencia que están intoxicando a sus hijos.
Puede que una parte de la población sea ajena a este problema por la desinformación, pero la gran mayoría sabe que lo que está haciendo es un exceso, lo saben, pero siguen. Es más fácil dar un bollo envasado, que preparar un bocadillo u ofrecer fruta, porque el pequeño refunfuñará, se enfadará y por no oírlo se lo darán. Cuantas veces he oído “es que, si los niños lo comen, no va a ser diferente a los demás” Pues convendría recapacitar y estar orgullosos, que su hijo fuera algo diferente a la gran mayoría, al menos en esto.
¿Qué le puede provocar a los pequeños un exceso de azucares?
-Obesidad, que se considera ya la epidemia del siglo XXI
-Diabetes infantil
-Aumento de colesterol y triglicéridos
-Caries
-Déficit de atención
-Hiperactividad
-Problemas cardiovasculares
Expuestas estas enfermedades, entenderemos que debemos eliminar los alimentos industrializados, refinados y edulcorados.
Es esencial volver a una alimentación sana, comida casera, hecha con ingredientes naturales, incentivar a los niños a conocer los alimentos básicos, las frutas, las verduras, las frutas desecadas son un buen dulce para los peques, hacerles partícipes en la cocina, acudir los fines de semana a los mercados con ellos, ahora están de moda los talleres de cocina infantil, animarlos a que vayan, que vean la comida como algo natural y nosotros como adultos y responsables de la salud de nuestros hijos, debemos denunciar este abuso de la industria alimentaría, exigiendo a las autoridades una regulación contundente en los colegios, los hospitales, supermercados y locales públicos, no obstante esta en nuestra mano alimentarlos conscientemente, aportando en la dieta diaria todos los nutrientes esenciales, provenientes de alimentos naturales sin aditivos, ni conservantes.
Debemos crear un nuevo paradigma en la nutrición y con ello contribuir al apoyo huertos y granjas ecológicas. Debemos comprender la mítica frase “somos lo que comemos”. El futuro está en los niños, por lo tanto, podemos vencer a la epidemia que ya nos ha invadido.